jueves, 14 de abril de 2011

Nymphae fons [IV]

fotograma: lisi. DMC-TZ10 LUMIX de Panasonic.14-04-2011. Photoshop



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14 de abril de 2011
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miércoles, 13 de abril de 2011

Nymphae fons [III]


Te dejo las imágenes para que reconstruyas tú la historia...
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fotogramas: lisi. DMC-TZ10 LUMIX de Panasonic. 13-04-2011
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martes, 12 de abril de 2011

Nymphae fons [II]

Pues sí. Allí estaba, a la hora convenida y aunque nuestro encuentro fue más breve que el anterior, no pudo ser más gozoso.

fotogramas: lisi. DMC-TZ10 LUMIX de Panasonic.12-04-2011 _




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Nada más entrar en su recinto, en un veloz vuelo de aproximación, aterrizó en mi mejilla izquierda y batió sobre ella ambas alas a la vez, en un visto y no visto, desapareciendo de nuevo en el aire luminoso tan rápido como había venido. Pensé que quizás conocía nuestras costumbres humanas pues, de ese modo, parecía saludarme con un beso. Sólo había otra más de su especie y después de darse un revoloteo juguetón con ella y libar las flores blancas que parecen ser sus favoritas, se acercó a reposarse en la fuente y, a continuación, se acercó a mí sin necesidad de más protocolo. Nuestra mutua confianza era evidente.

Hoy llevé mi pequeña cámara de fotos con la intención de filmar algún momento de nuestro encuentro y creo que le gustó o, al menos, despertó su curiosidad porque se subió encima del artefacto un par de veces. También volvió a entretenerse en mi hombro izquierdo, en cambio, esta vez no quiso subirse a mis dedos, tal vez prefería la mano derecha que le ofrecí ayer pero hoy la necesitaba para manejar la cámara. Pronto se agotó la batería y no pude registrar cómo jugaba con mi pelo ni -apenas [una mínima muestra sí puedes ver en los fotogramas que adjunto]- algo extraordinario y nuevo para mí que sucedió en esta ocasión. Después de aquel toque inicial del saludo, este amado y liviano ser me llenó la cara de besos: la frente, las mejillas y también los ojos, que cerré con emoción contenida. Nunca había experimentado nada igual, verla acercarse tanto a mi rostro, notar en mi piel el roce insistente del batir de sus alas y escuchar repetidamente el rumor sostenido del breve viento que producía su incesante aleteo una y otra vez, una y otra vez. Algo asombroso y, hasta entonces, desconocido para mí.

En fin, lo demás no puedo contarlo [es demasiado íntimo para un diario éxtimo... ], sólo que volvió a despedirse desde el mismo lugar, las hojas del florido laurel y que yo regresé volando aún con sus alas puestas.
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lunes, 11 de abril de 2011

Nymphae fons



A la hora del cigarrillo, hoy me acerqué a la otra fuente, a la fuente seca, ubicada simétricamente en el lado opuesto a la fuente del haiku que ya conoces. Me atrajo, quizá, el viento invisible de su aleteo silencioso o puede que mis pasos simplemente siguieran el rastro hipnótico de una sutil lluvia de sémoras que, desafiando la fuerza de gravedad, atrajeron mi atención. Sea como fuere, ellas estaban allí, alguna con las alas cerradas, sólo visible al descifrar la cripsis en los troncos rugosos, otras testando el sabor de distintas flores, revoloteando juntas para trazar elevadas espirales aéreas y deleitándose con los últimos rayos de sol. Una de ellas regresaba una y otra vez a la vieja fuente seca, como una náyade absorta en rememorar el rumor de aquellos tiempos de esplendor de Isabel II en que, sin duda, emergería de ambas fuentes el agua cristalina que siempre atrajo a las ninfas de aguas dulces.

Con las primeras caladas y el móvil en la mano, capturé varias imágenes, acercándome cada vez un poco más [ya sabes que mantengo una histórica relación de simpathía con las Vanessa Atalanta, de la familia de las Nymphalidae] y –como no disponía de mucho tiempo-, en lugar de invitarla a subirse como otras veces, me conformé con acercar la sombra de mi mano a su colorida belleza: un poco más cerca, un poco más aún… Temía que la proximidad del humo del cigarrillo la alejase pero eso no parecía importarle, ensayaba uno y otro breve planeo a mi alrededor y volvía al mismo lugar. Ay, dioses! en uno de esos tránsitos, me rozó con suave decisión el hombro izquierdo como hace cualquier amigo cuando quiere darte un toque de atención, de modo que no pude ignorar su gesto: ineludiblemente era necesario hablar o, tal vez, sólo teníamos que estar o teníamos que ser, qué sé yo, pero no podía irme así, por las buenas.

Guardé el teléfono en el bolso y me quedé inmóvil, temblando levemente y respirando al mínimo en la expectación. Entonces, vino hacia mí, se posó sobre mi cabello y allí se mantuvo durante un espacio de tiempo incalculable [tal vez un par de minutos, es difícil saberlo cuando uno se encuentra en una situación fuera del tiempo] y parecía acariciarme, al abrir y cerrar de modo acompasado sus alas. Tengo que confesar, con algo de vergüenza, que dos o tres lágrimas se desprendieron involuntariamente de mis ojos y rodaron una a una por mi rostro hasta precipitarse en el sediento fondo de la fuente seca, evocándome, en reverso, el haiku experimentado en la otra fuente. Desde ese escaso e inaudible estrépito se elevó de nuevo y, esta vez, a su regreso vino a posarse sobre mi hombro, en el mismo lugar del aviso inicial de nuestra conversación. —Si no te molesta, me gustaría tomar una foto juntas, aunque sea de nuestras platónicas sombras—, le dije, sin necesidad de despegar los labios, mientras extraía de nuevo el aparato. Ella asintió, tal como esperaba: ahí la puedes ver.

Luego, volví a guardar el móvil y la colilla del cigarrillo [que ya se había consumido] y, ya sin duda alguna sobre ‘lo nuestro’, dejé caer mi brazo derecho en decúbito supino sobre la pila de piedra con los temblorosos dedos extendidos, decidida a proceder como es debido. Esta vez eligió el extremo de mi dedo anular en otro dilatado instante mutuamente estremecido, mostrándose espléndida ante mi gozosa contemplación y, confiada, se dejó llevar en el sensitivo ascenso de mi mano. Finalmente, cuando consideramos que cada una debía volver ya a su lugar, después de decir lo que teníamos que decirnos, nos despedimos. Antes de perderse entre la arboleda, se detuvo por último en la blancura del laurel florido y, allí mismo, nos citamos para mañana a la misma hora.

No sé muy bien si interpretaría correctamente lo que querría decirme con lo que me dijo [nunca se entienden del todo los lenguajes enigmáticos] y tampoco sé si vendrá mañana... puede que prefiera conocer otro jardín [son tan viajeros y veleidosos los lepidópteros…] pero estoy segura de que ni ella ni yo olvidaremos este encuentro, ni aunque fuese cierto que las mariposas sólo duran un día…




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fotos: lisi. tel. móvil.11-04-2011